Hemos llegado al final del libro, pero no ciertamente de la búsqueda que lo inspira. Luego de revisar e interpretar, en la primera parte las diversas Cosmologías científicas y en la segunda parte los esfuerzos del lado de las múltiples Cosmogonías culturales y metafísicas, una conclusión en particular es menester resaltar : que las investigaciones y reflexiones cosmológicas, por sí solas, no satisfacen el anhelo íntimo del ser humano, que es un anhelo de seguridad existencial, para lo cual el conocimiento científico ha estado precedido desde antiguo por las explicaciones cosmogónicas, que por su propia naturaleza de verdades reveladas e intuidas ,o bien elaboradas como seguros refugios existenciales, son rechazadas por la ciencia.
La búsqueda continúa: lo que el hombre busca cuando pregunta por el origen, estructura y evolución del Universo, no es un mero conocimiento externo de la composición del entorno natural y cósmico. Lo que realmente persigue es conocerse a sí mismo, saber de su posición y de su papel en el conjunto para en una palabra, auto conocerse. El autoconocimiento es, así, para el ser humano, la forma suprema del conocimiento que le es posible alcanzar.
Ese anhelo íntimo de autoconocimiento no parece lograrse en el quehacer cosmológico solo. Las razones son varias:
1) Se trata de teorías complejas que incorporan un sofisticado aparato matemático.
2) Los modelos cosmológicos, aparte el instrumental matemático, comportan nociones físicas de difícil comprensión; precedidos por una historia de ideas y problemas que conviene conocer para entender los modelos en cuestión.
3) Al interior de los círculos científicos se dan luchas por el poder magisterial , cuyo resultado no debiera serlo , pues son confrontaciones teóricas que no confieren poder per se.
Todo lo anterior ocasiona un distanciamiento real de las construcciones científicas, en particular físicas y cosmológicas, respecto a la vida cotidiana de las personas. La ciencia resulta, en tal tesitura, para el común de los mortales, no sólo incomprensible, sino también, lejana.
La situación es lamentable, porque vistas de cerca, con el esfuerzo y la dedicación debidos, las teorías físicas y cosmológicas, colocan al ser humano frente a las interrogantes perennes sobre su lugar y su vocación singular en el cosmos.
Y lo hacen de un modo distinto a la simple especulación vacía, lo hacen acompañando sus asertos de datos verificables y cuantificables. Así, el origen, sentido, estructura, evolución y destino del Universo, se empiezan a constituir en problemas de resolución científica y no, simplemente en objetos de razonamientos vacíos o de narraciones fantásticas.
Tampoco las postulaciones provenientes de cosmogénesis nacidas en la antigüedad o resucitadas en virtud del movimiento del “New Age” tienen respuestas a las preguntas cruciales porque se fundamentan en verdades reveladas, o nacidas de experiencias místicas -pero no repetibles- y por lo tanto no comprobables y peor aún, a veces contaminadas por el hedonismo esnobista y la comercialización de ideas.
Por lo tanto, para el espíritu inquieto ,si la cosmología no trae la respuesta y la cosmogonía tampoco lo aporta, todo hace intuir la necesidad de que e requiere construir un “punto” de encuentro entre la Física, la Cosmología, la Religión y la Filosofía, hacia el cual avanzamos sin saber exactamente el lugar y el momento de ese acaecimiento, porque el recelo es mayor que el avance .
El retorno de la metafísica, el replanteamiento de la epistemología y el renacer de las reflexiones antropológicas y cognoscitivas acompañadas por la tecnologización como , coadyuvante, son síntomas de que la evolución teórica y práctica contemporánea existe con una clara inclinación hacia la CONVERGENCIA DEL CONOCIMIENTO, estimulada por las interrogantes nacidas de la Física Teórica y de la Cosmología.
Muchas son las posibilidades investigativas abiertas, muchos los posibles caminos para encontrar respuestas creativas y originales a las interrogantes contemporáneas y esta obra es un pequeño esfuerzo en esa dirección, pero comprometido, necesariamente pues es el destino ineluctable de la creación que se hace a sí misma.
La característica más importante del hombre no es su pensamiento; puesto que esta particularidad se da en la escala animal a diferentes profundidades. Lo esencial del hombre es su capacidad para reflexionar; para trascender el pensamiento puramente objetivo del animal y juzgar tanto el conocimiento como su propio pensamiento respecto a éste.
La capacidad de desprenderse del pensamiento para analizarlo y juzgarlo es un acto de reflexión que posee características intelectuales y éticas y que lleva, necesariamente a un comportamiento moral. La condición del hombre es la de un ser que está presente, pero nunca enteramente “dado a sí” es decir nunca acabado o completo; siempre está en la disyuntiva de que no “es”; de que es “creado” pero a la vez se “hace a sí mismo”. Ese hacerse a sí mismo debe enrumbarse por los senderos del diálogo para hacerse “verdadero consigo mismo” y con sus congéneres.
En el proceso de pensar sus pensamientos, la reflexión del hombre le conduce a conocer - además de su propia interpretación acerca de su naturaleza; del mundo que le rodea y del Universo - otras interpretaciones que pueden interesarle y satisfacerle o no. Todo dependerá - en buena parte - de que su reflexión sea “escrupulosa y sin apriorismos”; difíciles condiciones de satisfacer; pero necesarias para comparar e incorporar al conocimiento de previo a desechar otro conocimiento.
Este proceso es una verdadera selección por lo que, las muy diversas interpretaciones cosmológicas y cosmogónicas del Universo no tiene nada de escandaloso o perturbador, puesto que obedecen a diferentes procesos de reflexión en que han estado situados quienes formulan explicaciones parciales o globales acerca del Universo.
No obstante que la multiplicidad de perspectivas explicativas lleva a la confrontación porque unas visiones son míticas, otras metafísicas; algunas fundamentadas en la fe “ciega” y otras basadas en la ciencia, todas tienen dos particularidades que las hermana: la primera es que son una manera de responder a las preguntas vitales de la humanidad. La segunda: todas tienden a ir más allá de la explicación y a extrapolarse a la predicción con lo que parten de una “petición de principio” que independientemente de la forma de conocimiento constituyen - de hecho - “un acto de fe” que da por sentado que la base de partida de cada explicación sería verdadera, lo cual - de inicio - es una falsa premisa.
La fe, la lógica, la razón, la intuición y la experiencia de vida, como elementos disyuntivos, a veces, o conjuntivos, otras, pueden ser opuestos o complementarios. De qué manera y cuándo participan de una u otra característica, dependerá de una elección para integrar un proceso de reflexión que a su vez será inacabadO pero siempre permanente.
La reflexión no es un acto congelado en el tiempo, sino un proceso que se piensa a sí mismo para enriquecerse o empobrecerse gnoseológicamente, de allí que el diálogo y la confrontación entre explicaciones tan disímiles, sea una condición para lograr una riqueza reflexiva mayor de previo a hacer una elección.
LIBERTAD DE SELECCIÓN: Obviamente no se trata - de ninguna manera - de conceder espacio a las explicaciones falsas del Universo en detrimento de la veracidad; porque en realidad, como se acotara hace casi dos mil años “sólo la verdad os hará libres”, como expresó Jesucristo, y en efecto, sólo la verdad hace libre al hombre para optar en un círculo que se ensancha “ad infinitum”; Por lo que ensayar por mí mismo una explicación para conocer y descifrar el Universo sin antes conocer los esfuerzos de la humanidad en el mismo sentido, es como emprender la más importante y azarosa aventura del intelecto, sin pertrecharse adecuadamente.
Se dice que cuando Sócrates describía a su discípulo Glauco la forma de vida y la sociedad ideales en las que el creía, éste le dijo: “Sócrates: no creo que exista esa Ciudad de Dios en ningún lugar de la Tierra. Y Sócrates le comentó: exista o no tal ciudad en el cielo o exista alguna vez sobre la Tierra, el hombre sabio debe vivir según las costumbres de esa ciudad, sin tener nada que ver con otras; porque aspirando a vivir en la Ciudad de Dios, pondrá en orden su propia casa.”
En cuanto al tema que nos ocupa, la lección socrática es esa: hay reglas de objetividad que debo tratar de mantener: la reunión de pruebas que puedan ser confirmadas por otras; el persistente poner en tela de juicio lo que se conoce y la forma en que se llega a ese conocimiento; la capacidad para enmendar, rectificar o comenzar de nuevo y el valor para proseguir, independientemente de que me guste o no. Llegar a comprender parte de la premisa de tener que aceptar o rechazar en pleno ejercicio de libertad y esa doble norma de juicio ético origina el proceso de comprender y de valorar para emitir juicios cada vez más veraces, y mientras llego a la verdad, que anunció Jesucristo, vivir cada día construyendo la ciudad de Dios.
San José, 1994, 1992,2002,2007.
La búsqueda continúa: lo que el hombre busca cuando pregunta por el origen, estructura y evolución del Universo, no es un mero conocimiento externo de la composición del entorno natural y cósmico. Lo que realmente persigue es conocerse a sí mismo, saber de su posición y de su papel en el conjunto para en una palabra, auto conocerse. El autoconocimiento es, así, para el ser humano, la forma suprema del conocimiento que le es posible alcanzar.
Ese anhelo íntimo de autoconocimiento no parece lograrse en el quehacer cosmológico solo. Las razones son varias:
1) Se trata de teorías complejas que incorporan un sofisticado aparato matemático.
2) Los modelos cosmológicos, aparte el instrumental matemático, comportan nociones físicas de difícil comprensión; precedidos por una historia de ideas y problemas que conviene conocer para entender los modelos en cuestión.
3) Al interior de los círculos científicos se dan luchas por el poder magisterial , cuyo resultado no debiera serlo , pues son confrontaciones teóricas que no confieren poder per se.
Todo lo anterior ocasiona un distanciamiento real de las construcciones científicas, en particular físicas y cosmológicas, respecto a la vida cotidiana de las personas. La ciencia resulta, en tal tesitura, para el común de los mortales, no sólo incomprensible, sino también, lejana.
La situación es lamentable, porque vistas de cerca, con el esfuerzo y la dedicación debidos, las teorías físicas y cosmológicas, colocan al ser humano frente a las interrogantes perennes sobre su lugar y su vocación singular en el cosmos.
Y lo hacen de un modo distinto a la simple especulación vacía, lo hacen acompañando sus asertos de datos verificables y cuantificables. Así, el origen, sentido, estructura, evolución y destino del Universo, se empiezan a constituir en problemas de resolución científica y no, simplemente en objetos de razonamientos vacíos o de narraciones fantásticas.
Tampoco las postulaciones provenientes de cosmogénesis nacidas en la antigüedad o resucitadas en virtud del movimiento del “New Age” tienen respuestas a las preguntas cruciales porque se fundamentan en verdades reveladas, o nacidas de experiencias místicas -pero no repetibles- y por lo tanto no comprobables y peor aún, a veces contaminadas por el hedonismo esnobista y la comercialización de ideas.
Por lo tanto, para el espíritu inquieto ,si la cosmología no trae la respuesta y la cosmogonía tampoco lo aporta, todo hace intuir la necesidad de que e requiere construir un “punto” de encuentro entre la Física, la Cosmología, la Religión y la Filosofía, hacia el cual avanzamos sin saber exactamente el lugar y el momento de ese acaecimiento, porque el recelo es mayor que el avance .
El retorno de la metafísica, el replanteamiento de la epistemología y el renacer de las reflexiones antropológicas y cognoscitivas acompañadas por la tecnologización como , coadyuvante, son síntomas de que la evolución teórica y práctica contemporánea existe con una clara inclinación hacia la CONVERGENCIA DEL CONOCIMIENTO, estimulada por las interrogantes nacidas de la Física Teórica y de la Cosmología.
Muchas son las posibilidades investigativas abiertas, muchos los posibles caminos para encontrar respuestas creativas y originales a las interrogantes contemporáneas y esta obra es un pequeño esfuerzo en esa dirección, pero comprometido, necesariamente pues es el destino ineluctable de la creación que se hace a sí misma.
La característica más importante del hombre no es su pensamiento; puesto que esta particularidad se da en la escala animal a diferentes profundidades. Lo esencial del hombre es su capacidad para reflexionar; para trascender el pensamiento puramente objetivo del animal y juzgar tanto el conocimiento como su propio pensamiento respecto a éste.
La capacidad de desprenderse del pensamiento para analizarlo y juzgarlo es un acto de reflexión que posee características intelectuales y éticas y que lleva, necesariamente a un comportamiento moral. La condición del hombre es la de un ser que está presente, pero nunca enteramente “dado a sí” es decir nunca acabado o completo; siempre está en la disyuntiva de que no “es”; de que es “creado” pero a la vez se “hace a sí mismo”. Ese hacerse a sí mismo debe enrumbarse por los senderos del diálogo para hacerse “verdadero consigo mismo” y con sus congéneres.
En el proceso de pensar sus pensamientos, la reflexión del hombre le conduce a conocer - además de su propia interpretación acerca de su naturaleza; del mundo que le rodea y del Universo - otras interpretaciones que pueden interesarle y satisfacerle o no. Todo dependerá - en buena parte - de que su reflexión sea “escrupulosa y sin apriorismos”; difíciles condiciones de satisfacer; pero necesarias para comparar e incorporar al conocimiento de previo a desechar otro conocimiento.
Este proceso es una verdadera selección por lo que, las muy diversas interpretaciones cosmológicas y cosmogónicas del Universo no tiene nada de escandaloso o perturbador, puesto que obedecen a diferentes procesos de reflexión en que han estado situados quienes formulan explicaciones parciales o globales acerca del Universo.
No obstante que la multiplicidad de perspectivas explicativas lleva a la confrontación porque unas visiones son míticas, otras metafísicas; algunas fundamentadas en la fe “ciega” y otras basadas en la ciencia, todas tienen dos particularidades que las hermana: la primera es que son una manera de responder a las preguntas vitales de la humanidad. La segunda: todas tienden a ir más allá de la explicación y a extrapolarse a la predicción con lo que parten de una “petición de principio” que independientemente de la forma de conocimiento constituyen - de hecho - “un acto de fe” que da por sentado que la base de partida de cada explicación sería verdadera, lo cual - de inicio - es una falsa premisa.
La fe, la lógica, la razón, la intuición y la experiencia de vida, como elementos disyuntivos, a veces, o conjuntivos, otras, pueden ser opuestos o complementarios. De qué manera y cuándo participan de una u otra característica, dependerá de una elección para integrar un proceso de reflexión que a su vez será inacabadO pero siempre permanente.
La reflexión no es un acto congelado en el tiempo, sino un proceso que se piensa a sí mismo para enriquecerse o empobrecerse gnoseológicamente, de allí que el diálogo y la confrontación entre explicaciones tan disímiles, sea una condición para lograr una riqueza reflexiva mayor de previo a hacer una elección.
LIBERTAD DE SELECCIÓN: Obviamente no se trata - de ninguna manera - de conceder espacio a las explicaciones falsas del Universo en detrimento de la veracidad; porque en realidad, como se acotara hace casi dos mil años “sólo la verdad os hará libres”, como expresó Jesucristo, y en efecto, sólo la verdad hace libre al hombre para optar en un círculo que se ensancha “ad infinitum”; Por lo que ensayar por mí mismo una explicación para conocer y descifrar el Universo sin antes conocer los esfuerzos de la humanidad en el mismo sentido, es como emprender la más importante y azarosa aventura del intelecto, sin pertrecharse adecuadamente.
Se dice que cuando Sócrates describía a su discípulo Glauco la forma de vida y la sociedad ideales en las que el creía, éste le dijo: “Sócrates: no creo que exista esa Ciudad de Dios en ningún lugar de la Tierra. Y Sócrates le comentó: exista o no tal ciudad en el cielo o exista alguna vez sobre la Tierra, el hombre sabio debe vivir según las costumbres de esa ciudad, sin tener nada que ver con otras; porque aspirando a vivir en la Ciudad de Dios, pondrá en orden su propia casa.”
En cuanto al tema que nos ocupa, la lección socrática es esa: hay reglas de objetividad que debo tratar de mantener: la reunión de pruebas que puedan ser confirmadas por otras; el persistente poner en tela de juicio lo que se conoce y la forma en que se llega a ese conocimiento; la capacidad para enmendar, rectificar o comenzar de nuevo y el valor para proseguir, independientemente de que me guste o no. Llegar a comprender parte de la premisa de tener que aceptar o rechazar en pleno ejercicio de libertad y esa doble norma de juicio ético origina el proceso de comprender y de valorar para emitir juicios cada vez más veraces, y mientras llego a la verdad, que anunció Jesucristo, vivir cada día construyendo la ciudad de Dios.
San José, 1994, 1992,2002,2007.
3 comentarios:
Gracias por tu trabajo, he leído parte y comparto tus ideas.
Leí alguna vez que Dios no escoge a los "preparados, sino que prepara a los que "escoge" y es cierto! La Biblia esta llena de ejemplos sobre esto.
Dios a través del Espíritu Santo da luz al ser humano que lo busca, y lo maravilloso es que el nos sale al paso!
Estoy seguro y tu esta lo tambien que tu trabajo dará ciento por uno!!!!!!!! Que Dios te bendiga.
Mi preparacion no es en Cosmologia ,sino en otras disciplinas.Pero desde joven siempre tuve la necesidad de buscar explicaciones logicas a lo que hacia o en lo que creia. En el campo de las disciplinas que se relacionan con la Cosmologia tuve necesidad de buscar ayuda y siempre la he encontrado,de manera que en consonancia con ello debo hacer lo mismo.
Mi preparacion no es en Cosmologia ,sino en otras disciplinas.Pero desde joven siempre tuve la necesidad de buscar explicaciones logicas a lo que hacia o en lo que creia. En el campo de las disciplinas que se relacionan con la Cosmologia tuve necesidad de buscar ayuda y siempre la he encontrado,de manera que en consonancia con ello debo hacer lo mismo.
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